Cicuta
Jaime Flores Martínez
Porcel
Dedicado a retacar la barriga con enormes cantidades de comida y de bebida, al regidor rosaritense Antonio Serret Rodríguez le importa una lenteja cumplir con sus obligaciones. La mayor parte de su tiempo lo dedica a satisfacer su estomago y en sus ratos libres se dedica a curarse la cruda.
Sin embargo, el señor Serret se olvida de las instrucciones giradas por el alcalde Javier Robles Aguirre, quien desde inicios de la administración le instruyo a resolver los incontables problemas de transporte. Robles Aguirre urgió a la conformación de la conformación de una nueva dirección de transporte y a reformar el actual reglamento que ya resulta obsoleto.
El señor Serret es el presidente de la Comisión de Transporte del Cabildo de Rosarito pero "como si no existiera". A Serret le importa un carajo la ampliación de la plantilla de inspectores y el necesario crecimiento de una dependencia que se encuentra "comprimida".
Los propios transportistas revelan a Cicuta que el actual director de transporte municipal de Rosarito Baltazar Gómez Ruiz tiene muy limitado su margen de maniobra por la pasividad de Serret. Sin embargo, afirman que el regidor Serret colocó a un incondicional como responsable administrativo de la dependencia para que le pase "su mochada" de la inexistente revisión mecánica. Los propios choferes dicen que José Chaidez avala la circulación de vehículos que transitan en condiciones peligrosamente inseguras, pero los dueños de esos "yonques" pasan la revisión mecánica porque "se ponen guapos con Chaidez".
Esos choferes revelan que los asiduos asistentes al bar el Torito, pueden testificar la afición al trago que tiene Serret. Ese burdel es frecuentado por la mayoría de los funcionarios públicos que acostumbran abrazarse del Dios Baco. Durante el anterior gobierno, ese antro fue el escenario de un zafarrancho entre el secretario de Seguridad Pública Municipal Jorge Eduardo Montero y el entonces sindico municipal Arístides Valdespino. En absoluto estado beodo, el primero tundió al segundo y estallo el escándalo.
La fama del regidor lo ubica como el protector del Versus Bar, una negociación que opera en el boulevard Benito Juárez, donde por cierto los asistentes tienen la oportunidad de contar con "servicio completo". Los clientes de ese lugar están convencidos que el regidor Serret tiene tanta ascendencia sobre el alcalde Robles, que tiene la garantía de tener "lo que quieran, a la hora que quieran".
Hace un par de semanas, el alcalde Javier Robles ordenó al director de Reglamentos Pablo Cota Ávila el cierre inmediato del Versus Bar, aunque la instrucción le entro por una oreja y le salió por otra. Quienes conocen el tema afirman que el regidor Serret manipula la voluntad de Cota, hasta el punto de indicarle que "ignorara" la orden del alcalde.
Muy pocos saben que el negocio de los antros fue practicado por Serret durante la administración de Jorge Hank en el gobierno de Tijuana. Su voluminosa figura se hizo popular entre los dueños de bares y cantinas de Tijuana durante la gestión hankista porque consumía importantes cantidades de licor "de gorra". Además de recibir cortesías de licor, este hombre y su vasallo Carlos Díaz se convirtieron en el terror de los burdeleros tijuanenses.
José María Lozano, titular de Administración y Finanzas de Rosarito, despachó en la administración de Jorge Hank como sindico procurador y desde luego que conoció y solapó las denuncias presentadas contra Serret por los dueños de algunos bares.
Desde marzo pasado, Antonio Serret pregonó que de un momento le extraerían tres abscesos detectados en su generoso abdomen, aunque nadie lo tomó en serio al detectar su presencia en bares y restaurantes dándose la gran vida. ¡Qué abscesos, ni que nada! Dijeron los escépticos.
Sin embargo a principios del mes pasado el señor Serret se tomó "algunos días" en los que –por cierto-- nadie lo extraño. Una semana después de su enésima desaparición trascendió que se había sometido a una cirugía abdominal que –para muchos—fue la colocación de una banda gástrica. La especulación tomó forma hace unos días que el señor Serret reapareció con unos 15 kilos menos. ¡Le pusieron la banda gástrica! Y aunque la mayoría de los funcionarios públicos elogian el interés de Serret por tener un peso adecuado, otros tantos sospechan que los recursos de la intervención quirúrgica debieron salir de las arcas del gobierno. Ellos mismos dicen que el alcalde Robles tolera a Serret prácticamente todo, aunque ya se cansó de sus excesos.
Cueva
El pasado lunes, el Órgano de Fiscalización del Congreso del Estado solicitara al oficial mayor del gobierno de Tijuana Oscar Sanabia Peinado, la documentación que sustenta la irregular operación del taller de carrocería y pintura Formula 7, localizado en la calle octava casi esquina con la calle Quintana Roo en el Centro de Tijuana.
Mucho llamó la atención que a pesar de ser clausurado al comprobarse que este negocio funcionaba sin permiso alguno, "alguien" influyente ordenó el retiro de los sellos de clausura la tarde del miércoles de la semana pasada. La dirección del Medio Ambiente encabezada por Michell Rodríguez procedió al cierre pero el señor Juan Rayas Ávila se carcajeo de esta funcionaria. Este hombre consiguió reabrir su foco de infección con solo pagar una módica multa. Por lo visto al gobierno no le importa que los establecimientos funcionen si tener los permisos que ellos mismos exigen.
Tal vez la excepción es que Formula 7 le repara los vehículos a los policías y a los empleados del gobierno municipal. Quizá el papel que juega el secretario de la Juventud Juan Carlos Chairez en es verdad influyente. Por lo visto las decisiones de este hombre están por encima de la ley y de la jerarquía del alcalde de Tijuana Carlos Bustamante Anchondo. ¿Ah, que, tiene?
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